miércoles, 2 de octubre de 2013

El paisajista y los clientes

Siguiendo con lo que contaba ayer sobre clientes que no pagan el trabajo, me encontré precisamente este post del blog de "La Paisajista" que cuenta de manera clara y concisa cómo debería entenderse y valorarse el trabajo que hago.
Yo no soy paisajista, soy ingeniera agrónoma, pero el ejemplo es perfectamente aplicable a mi trabajo, que es el mismo que describe esta colega.
Espero que os guste y os ilustre.
http://jardinesconalma.com/2012/02/el-paisajista-y-los-clientes.html

martes, 1 de octubre de 2013

Esta película ya la he visto

Ha vuelto a pasar.
Otro cliente se ha ido sin pagar.
Y lo peor es la sensación que me queda, como si la culpa fuese mía por no haberlo visto venir o no hubiese hecho nada por evitarlo. Le doy vueltas pensando si tendría que haber actuado de otro modo, si tendría que haber exigido garantías, si he hecho algo mal.... y eso que no me han pagado mi trabajo.
Para mí mi profesión tiene mucho de confianza, pero de confianza mutua. El cliente llega a tí confiando en tu profesionalidad y en que le vas a hacer el trabajo que te pide y tú confías en que pague lo que es justo por ese trabajo. Y como tal relación profesional yo exijo lo mismo que pretendo ofrecer: transparencia. Siempre lo digo, yo hago mi trabajo y si no te gusta (por diseño, por precio, por modo de trabajar...) me lo dices y no pasa nada, no es nada personal, esto es un contrato y si no funciona lo dejamos. 
Pero no, la gente no actúa de buena fe, o al menos, mucha gente no lo hace.
En mi primera visita yo siempre contacto con el cliente en su casa, en su jardín o en el jardín que pretende que le haga. Y siempre explico de manera clara y concisa mi forma de trabajar, doy la dirección de mi blog para que obtengan más información acerca de mí y mi trabajo e incluso hago algo que no me gusta, doy una orientación del precio del diseño y de lo que entrego por ese importe. Y el cliente que acepta y dice entender lo que le explico, acepta todo, y en ese todo va incluido que mi trabajo tiene un coste. Pero no, a veces las buenas palabras duran lo que tarda en llegar el resultado o la factura.
En este último trabajo el cliente era el dueño de una empresa de jardinería. A mí me gusta mucho trabajar para empresas de jardinería porque entienden tu trabajo, lo valoran y la relación es "muy profesional", como debe ser. Además, si la relación es buena y el entendimiento mutuo, te dan la oportunidad de participar en diversos trabajos, con todo lo que ello implica. Así colaboré muchos años, por ejemplo, con Érbedo jardinería, de la que sólo puedo hablar bien, no sólo por la buena experiencia que he tenido con todos los trabajos en los que he podido colaborar sino por la profesionalidad y ganas de hacer las cosas bien de su gerente, Juan Penabad.
Así que cuando me pusieron en contacto con este último cliente, Héctor, que tiene una empresa de jardinería en Lugo, imaginé algo similar. El trabajo en cuestión era en Cospeito y, por supuesto, no tuve mayor inconveniente en desplazarme hasta allí, puesto que me gusta conocer los sitios, ver el espacio "en directo", estudiar la casa, el entorno y hablar con el cliente cara a cara. En esa primera visita no me cansé de decirle a Héctor que aquello era una relación profesional, que yo ofrecía un trabajo que a algunos gustaba y a otros no y que si a él no le convencía lo que le presentase no tenía más que decírmelo y zanjábamos el tema. Héctor no sólo se mostró de acuerdo en todo sino que se escandalizó cuando le hablé de clientes que no pagaban y me ofrecía un futuro de colaboración habitual; llegó incluso a comentarme que se relacionaba con otras empresas de jardinería de Lugo que no tenían diseñadores y que ya les había hablado de mí. Yo me considero una persona muy prudente y muy cauta, así que semejante comentario no me hizo imaginar el cuento de la lechera ni un futuro profesional brillante en esa zona, pero sí me inspiró confianza. Héctor había visto mi blog y pensé que el trabajo que muestro en "Pequeño jardín en la costa lucense" le había gustado. 
Así que volví a Coruña y me puse a trabajar. Y Héctor me llamó en dos ocasiones en la siguiente semana para decirme la prisa que tenía y la presión que le estaba metiendo su cliente para presentarle algo cuanto antes. Yo ya le había dicho que no podría darle nada en tres semanas (por motivos personales no podía dedicarle más tiempo), cosa que también me gusta dejar claro, el plazo en que voy a cumplir con el trabajo. Pero aun así, sin garantías de ninguna clase y sin tener mayor compromiso que con otro cliente, hice un esfuerzo personal, dejé a mi hijo con fiebre al cuidado de sus abuelos y apuré el trabajo para presentárselo de inmediato.
No sé por qué, pero a última hora se me encendió una lucecita y decidí "dosificar" la entrega. Me explico: normalmente entrego un plano en planta del diseño, perspectivas en 3D de los lugares más interesantes, la lista de especies e incluso otra información adicional que me parezca relevante para llevar a cabo el jardín. Todo lo entrego con una presentación bien cuidada, ya que creo que la imagen del trabajo también dice mucho del mismo y de mí como profesional. Pero esta vez no lo hice. Escaneé el diseño por partes, las envié por correo electrónico e hice alguna aclaración en el propio correo, añadiendo que, en caso de que él considerase que iba por el "buen camino" seguiría enviándole todo lo demás.
Nunca hubo respuesta. Me cansé de mandarle correos y sms pero nada. Es muy curioso lo rápido que coge el móvil la gente y lo que tarda en hacerlo cuando esconde algo.
Y pasaron los meses y un buen día, casualmente cuando llamé desde un fijo y no desde mi móvil, Héctor cogió el teléfono. Yo aproveché la ocasión para recordarle que aquello era una relación profesional, que si no le gustaba mi trabajo yo lo aceptaba y que me lo dijese pero él divagó acerca de "cambios" que me iba a proponer y de indecisiones y dificultades que veía en su propio cliente. En cualquier caso me dijo que me llamaría en cuanto se reuniese de nuevo con el cliente y, sobre todo, que a ver si "le hacía precio" para poder colaborar más veces.
De nuevo pasaron las semanas y los meses. Yo ya sé que esto no va a tener un buen final y quemo mi último cartucho, mandar un correo en el que le cuento que estoy a punto de dar a luz (es cierto, estoy de 33 semanas) y que quiero zanjar temas profesionales pendientes; así que le pido que me envíe sus datos para hacerle la factura. A la vez le envío un sms avisándole de que le he mandado un correo para resolver el tema del diseño de Cospeito. Esta vez la respuesta es rápida. Me devuelve otro sms diciendo que mi trabajo era "una prueba", que la prueba no vale y que contrató a otra persona que le hizo un diseño que "si vale" y que menuda diferencia.
Así que me encuentro otra vez con una película que ya he visto. Con otro cliente que se esconde para no decirme que no acepta mi trabajo y por tanto no me va a pagar ni los gastos y además (y esta es la parte que más me desconcierta) justifica su modo de proceder con lo mala que soy yo. Y yo me quedo pensando en las veces que he comprado fruta en el súper que no sabe a nada, con las películas que he visto en el cine y no me han gustado, con el fontanero al que no volveré a llamar porque me hizo una chapuza (pero le pagué)... y con esta sensación de indefensión, de estafa, de bofetada y encima, de culpa, como de haberme equivocado sin saber ni en qué, como si la culpa de que te tomen el pelo y te estafen fuese tuya por ingenua.
Y ni siquiera ha sido mi peor experiencia de este tipo. Ya tuve como cliente a Mario, el dueño de las tiendas de muebles Atenea que, después de más de un año de conversaciones y visitas a la vivienda que se estaba construyendo en Perbes, a su apartamento de Sanxenxo, al taller de su arquitecto en Pontevedra... desapareció sin decir ni adiós y tras una multitud de llamadas y correos se dignó a contestarme una vez para decirme que nos podíamos tomar un café y que me pagaría los peajes a Perbes ¿? que lo de no pagarme por mi trabajo era algo que le pasaba a él cientos de veces en la tienda.
Y después están los que aprovechan cada visita para sonsacar información técnica, que sólo les falta sacar la libreta para tomar apuntes, y tras un montón de visitas deciden que casi mejor les da la tierra un amigo que también se la extiende y que se siembran ellos el césped y una plantas porque han pensado (después de meses y decenas de llamadas y correos) que les va a salir más barato.
Y sigo con mi sensación de indefensión porque no sé qué puedo hacer o cómo puedo evitar que me pase de nuevo. Sé que hay empresas que cobran una cantidad fija como adelanto antes de ponerse a trabajar. Estoy segura de que pierden clientes pero no dudo que esa medida sea un filtro para quedarte con clientes que realmente necesiten un profesional y estén dispuestos a pagar su trabajo. 
Y denunciar no es una opción. No voy a gastar más dinero y tiempo en algo que ni siquiera pienso que tenga demasiada defensa.
Así que lo escribo en mi blog y animo a todo el que lo lea, profesional o no, a denunciar lo mismo, los casos que pasan y, sobre todo, a contarme sus trucos o estrategias para protegerse de tanto "listo" como prolifera en este país.
Y me quedo con un consejo que leí un día en un libro de diseño de jardines de John Brookes, que en su día me sorprendió pero que creo que hay que empezar a seguir "si por un motivo u otro no se siente a gusto con el posible cliente, es mejor no seguir adelante (....) Aunque se encuentre en el paro..."

martes, 30 de julio de 2013

Mi área de juegos

Acabo de terminar el que, sin duda, ha sido el trabajo más importante de mi "carrera en solitario". Se trata de un proyecto para realizar un área de juegos infantiles y me lo ha encargado el Ayuntamiento de A Coruña. Si todo va bien, me encargaré también de la dirección de la obra en el momento en que se ejecute.
La verdad es que yo ya había hecho muchos proyectos en las empresas en las que había trabajado y muchos para ayuntamientos, pero el hecho de tener que hacerlo sola (con mi nombre y mi responsabilidad) ha supuesto todo un reto. He tenido que "buscarme la vida" mucho más y me he enfrentado a nuevas normas y documentos que antes no se incluían, como el estudio de gestión de residuos, pero lo he hecho.
Dejando aparte el tema organizativo o estructural de mi trabajo, el proyecto me ha encantado.
Nunca había proyectado un área de juegos infantiles, aunque conocía la normativa por haberme dedicado al mantenimiento. Además el área debía ser para niños mayores de ocho años, que normalmente no tienen zonas de este tipo, ni en la zona concreta de Coruña (Novo Mesoiro) ni en el resto de la ciudad. La oferta de juegos es enorme y muy atractiva, pero puse especial dedicación en encontrar una selección de juegos novedosos, que pudiesen "enganchar" a estos pre-adolescentes, y que le diesen al área una "personalidad" propia. Finalmente elegí juegos de las marcas Proludic y Kompan, aunque la marca no es algo definitivo a la hora de ejecutarla, lo importante es el juego.
Además, el proyecto tiene otro atractivo para mí, y es que incluye algo de ajardinamiento. El parque en el que se ubicará el área tiene césped y algo de arbolado y plantas pero se trataba de crear, entorno a los juegos, una zona más agradable y que además atenuase un poco los vientos. La selección de especies incluye arbustos y plantas rústicas, ya que la zona carece de riego automático y no está prevista su instalación.
Una reacción muy divertida que no esperaba es la espectación que ha despertado este trabajo en mis sobrinos (tengo siete); no hacían más que preguntar si podrían visitar el área, si iba a ser "real" y ellos podrían disfrutar de los juegos. Precisamente ese es uno de los aspectos que más me gustan de mi trabajo, que lo que yo un día pienso, imagino, diseño en mi mesa de dibujo... acaba haciéndose realidad. Pero el hecho de que mis sobrinos, los hijos de mis amigos y mis propios hijos (tienen que cumplir unos añitos más) acaben jugando en mi proyecto, es insuperable.
La verdad es que me he implicado mucho en el proyecto y lo he hecho con mucha ilusión e incluso pasión, diría yo. Pero es que así entiendo yo mi trabajo, no creo que las cosas funcionen si no te implicas y pones lo mejor de ti misma. Así entiendo también la vida, claro.

viernes, 10 de mayo de 2013

Un taller de jardinería muy especial

Este año, la escuela infantil a la que acude mi hijo nos propuso a los padres una actividad nueva. Consistía en que un día, un padre, una madre u otro familiar, acudiese al centro a desarrollar alguna actividad con los niños. Yo no sé tocar ningún instrumento musical ni creo poseer una habilidad especial para hacer nada atractivo para un niño, pero sí me ofrecí para organizar algo relacionado con mi profesión y con la jardinería.
Transcurrieron los meses y, por fin, en abril, me tocó el turno. La directora de la escuela y yo nos pusimos de acuerdo para que mostrase a los niños el origen vegetal de muchos de sus alimentos preferidos y después pasaríamos a plantar algunas semillas.
El viernes 19 de abril me presenté en el centro para dar "mi clase". Me resultaba curioso pensar que yo siempre he huido de impartir cursos y conferencias y, de repente me encontraba allí, dispuesta a enfrentarme a un "auditorio" de niños menores de 3 años. Los niños son auténticos, o les gustas o no, sin medias tintas y sin diplomacia alguna; si les gustaba lo que les mostrase, lo iba a notar de inmediato, y si no, también. 
Nada más entrar en el aula noté la espectación que había generado: simplemente por ser una mamá que va a su cole, la mayoría ya estaban eléctricos. Algunos de los más pequeños comenzaron a llorar nada más abrir la boca y tuvieron que irse con su profe pero la mayoría de "los mayores" me atendían con los ojos muy abiertos y pendientes de todo lo que hacía. Les mostré fotografías de las fresas y de un fresal y también de las zanahorias y una que me gustaba especialmente donde se veía una planta de zanahoria a medio desenterrar.
Estaban entusiasmados. Algunos querían tocar todas las fotos, tocar una plantita de fresas que llevé... incluso tocarme a mí. Los niños son absolutamente transparentes y sinceros en sus reacciones; a veces es una pena que perdamos ese entusiasmo y demostremos tan poco nuestras emociones.
Pero si las fotografías y las plantas les gustaron (llevé también un mandarino enano), creo que el plato fuerte fue cuando pasamos a plantar. Primero les mostré yo cómo sembraba semillas en unas jardineras: en una pusimos alubias, garbanzos y lentejas y en otra flores. A continuación les invité a sembrar sus propias semillas en un pequeño envase que se podrían llevar a casa. Evidentemente no todos se apuntaron a sembrar y, curiosamente, mi propio hijo fue de los que pasó olímpicamente del tema (en casa de herrero...).
Me encantó ver de nuevo la ilusión y el entusiasmo y sobre todo lo diferentes que son los niños: los que apenas tocaban la tierra y cogían pequeñas porciones casi con la punta de los dedos, los que "amasaban" el montón de tierra y se manchaban hasta los codos, los que casi no se atrevían a decirte qué semilla querían plantar, los que recogían garbanzos de la mesa y los echaban en la tierra a montones y se guardaban alguno en el bolsillo del mandilón.... Y mientras, alguno aprovechaba la confusión para acercarse con sigilo al mandarino y poder apretar las mandarinas, ja, ja, ja. 
La verdad es que fue una experiencia de lo más divertida y enriquecedora. Y ya puestos a soñar, me puse a pensar si, de igual modo que yo un día en el colegio planté una semilla de lenteja y después me hice ingeniera agrónoma, quien sábe cuántos futuros ingenieros, botánicos, biólogos... no habría en esa clase. Y, en cualquier caso, ensoñaciones aparte, me gusta pensar que he puesto un pequeño granito de arena para que algún día todos estos niños conozcan, respeten y protejan el Medio Ambiente.
 

sábado, 9 de marzo de 2013

Pequeño jardín en la costa lucense.

El otro día estuve buscando algún diseño mío para enseñar a un posible colaborador, una persona que trabaja realizando jardines. Quería mostrarle algo que le diese una idea de mi estilo, tanto diseñando como dibujando y me di cuenta de que no tenía nada en mi blog, que curiosamente comencé para dar a conocer mi trabajo. Le pasé de todos modos la dirección del blog, porque habla mucho de mí y, a continuación le envié un ejemplo del que voy a hablar aquí. 
No se trata más que de un pequeño jardín situado en la costa de Lugo, pero es precisamente en los espacios pequeños en los que me resulta muy grato trabajar por varios motivos:

- Muchos clientes creen que en un lugar reducido no se puede crear un "gran jardín" así que cuando les enseñas lo que has diseñado se sienten muy sorprendidos.

- Una parcela grande suele darte muchas oportunidades de crear varios espacios para su disfrute, puedes zonificar, crear paseos, piscinas, estanques.... y si hay cambios de nivel y caben árboles de cierto porte, vamos, que suele entrar por los ojos de cualquier cliente. Por eso un jardín pequeño es un reto, hay que crear un agradable entorno en el que apetezca estar y que no parezca una habitación más de la casa. Me encanta.

El jardín trasero de esta parcela no sólo era reducido sino estrecho y sin vistas atractivas, al menos no desde el nivel del jardín. Cuando accedías a él ya habías visto todo lo que tenías que ver, no parecía que seguir avanzando por él te fuese a aportar nada nuevo. Lo resolví precisamente creando interés, haciendo que te apeteciese recorrerlo; dispuse unos "tabiques verdes" de bambú paralelos a uno de los muros finales, que crearon espacios nuevos, pequeñas estancias a las que tenías que llegar para descubrirlas. Estos lugares tenían plantas y detalles propios que sorprendieron y gustaron a los clientes, entre otras cosas, porque su estilo encajaba con el de su vivienda.


Pero quiero destacar aquí un detalle que creé con especial cariño: resulta que la habitación de matrimonio daba al jardín trasero a través de una puerta situada a cierta altura y era necesario instalar una escalera. Lo cierto es que esa habitación sí tenía una vista de la costa de la que carecía el jardín, así que no fue difícil imaginar que desde allí sería muy apetecible realizar cualquier actividad como leer, tomar un café o simplemente sentarse a contemplarla. 
La solución fue crear una terraza "en escalera" adosada a la puerta y con distintos niveles que descendiesen hasta llegar al jardín. En ella cabía una mesita con sillas, había plantas, un hueco para un árbol que daría la sensación de haber estado allí antes de la casa y hasta una pequeña cascada. Me podía imaginar perfectamente a aquella pareja joven en su terracita, disfrutando de la brisa marina, del rumor del agua y de las hojas del árbol, mientras sus niños jugaban en el jardín.
Espero que os guste tanto como a mí diseñarlo.


jueves, 21 de febrero de 2013

Jardines verticales.

La verdad es que ya han pasado algunos días, pero no quería dejar de comentar las jornadas de Jardines Verticales a las que asistí los pasados 31 de enero y 1 de febrero.
A todo el mundo le debió resultar igual de atractivo el tema porque la Fundación Juana de Vega tuvo que cambiar el lugar de celebración desde sus instalaciones al Centro de Formación y Experimentación Agroforestal de Guísamo.
El encargado de impartir el curso era Rafael Fernández, de la Universidad de Sevilla y miembro de Terapia Urbana http://www.terapiaurbana.es
Lo primero que me gustó fue que, al presentarse, dijese que es ingeniero agrónomo que se dedicaba a la jardinería y al paisajismo, como yo. Y es que parece que a nadie le sorprende que un arquitecto e incluso un diseñador de interiores se dedique a hacer jardines, pero después cuentas que eres ingeniero agrónomo y parece que a la gente sólo se le vienen a la cabeza plantaciones de patatas o industrias lácteas.
Bueno, así que empezamos bien, "alguien como yo" y además se trataba de una persona sonriente (yo es que lo agradezco) y con un tono de voz de esos que te garantiza que no te vas a dormir. Esto dicho así parece muy superficial pero, cuando ya no eres estudiante y tienes un niño de dos años, es fundamental que un curso que empieza después de comer y que va a durar unas horas no te duerma.
Después el contenido fue el que nos mantuvo a todos más que despiertos. Rafael expuso de una manera perfectamente estructurada, primero unas nociones básicas no sólo de jardines verticales sino de la jardinería actual en general, y después nos ilustró el tema con abundantes ejemplos acompañados de buenas fotografías.
Es imposible resumir aquí el contenido de las jornadas, aunque se puede visitar tanto su web como el blog de Rafael http://best-living-walls.tumblr.com/
Y debo señalar que algo que me gustó mucho de la exposición es que no nos intentase "vender" los jardines verticales como la panacea de la jardinería o algo así. Ni mucho menos. Enfocó el tema explicando que son una opción más, innovadora y con muchos beneficios medioambientales, pero eso no significa para nada que para cada cliente y cada caso no sigamos buscando, como buenos profesionales, la solución más adecuada. Algunas veces haremos parques "convencionales", otras avenidas arboladas, otra techos verdes... simplemente hay que tener a los jardines verticales como otra opción pero para cuando realmente sea una opción aconsejable.
Indudablemente con dos tardes no aprendí a hacer Jardines Verticales, el tema es algo más complejo, pero ahora sigo a Terapia Urbana y a muchos otros profesionales del sector y, lo mejor es que tengo la sensación de que, si en algún momento tuviese la ocasión de hacer un Jardín Vertical, en la Universidad de Sevilla, al menos, me echarían una mano. Porque también eso nos transmitió Rafael, una exposición en plan "esto es lo que hacemos, seguimos trabajando y seguiremos contándolo para quien le interese". Y es que yo entiendo así la jardinería, cuanto mejor trabajemos todos y lo podamos compartir, mejor para todos (qué lío).

sábado, 2 de febrero de 2013

Torre de Lama

Últimamente me encuentro en muchos cursos a un compañero de profesión, también Ingeniero Agrónomo y siempre hablamos de lo mal que va todo, del poco trabajo y dinero que se mueve en el sector...
Él pertenece a una familia que posee desde hace varias generaciones la famosa plantación "Torre de Lama". Cuando yo empecé en esto de la jardinería, una de las cosas que me aprendí enseguida fue que, si necesitas una camelia ejemplar, del tamaño que sea y la flor que quieras, no busques más, vete a Mañón, a "Torre de Lama".
Yo confieso con tristeza que nunca he visitado el lugar, pero me encantaría hacerlo. Será por la distancia o no sé muy bien por qué, pero somos varios los profesionales que nos encontramos en esta situación. Precisamente en las jornadas de Rain Gardens y en las de Jardines Verticales hablamos otra vez de organizar una pequeña excursión para conocerlo de una vez por todas.
Y para estas últimas jornadas (las de jardines verticales), mi colega nos había prometido traer sus tarjetas, para estar en contacto y organizar de una vez por todas la visita. En lugar de la tarjeta, nos sorprendió con esta preciosa postal, todo un reclamo.
Yo no soy una enamorada de las camelias pero reconozco que, al contemplar esta avenida de ejemplares, me dan ganas no solo de visitar de una vez por todas la plantación sino de llevar la postal en el bolso para ver si encuentro al cliente que se anime a plantarlas en el exterior, en un buen parque, donde todo el mundo pueda verlas y disfrutarlas.